Páginas

martes, 2 de junio de 2015

LA SIESTA EN LOS NIÑOS


Autora: Pilar Estévez Casellas, Terapeuta de APSA.


La siesta de los niños, es para muchos padres un aspecto muy importante, puede determinar en gran parte pasar una tarde agradable con tu hijo, o una tarde para olvidar. 

Una siesta adecuada, en muchas ocasiones, marca la diferencia entre unos comportamientos positivos y otros disruptivos en el niño. Por otro lado, además puede ayudar al niño ha hacer más fácil la transición a la hora de acostarse por las noches.

¿Por qué es tan importante realizar la siesta como una rutina? Sin duda, el  sueño es un requisito muy importante para tener buena salud y, para que los niños más pequeños duerman lo suficiente, suele ser necesario que dediquen un rato a dormir durante el día.

 A lo largo de la primera infancia,  los niños experimentan un rápido desarrollo físico y mental y las siestas dan al cuerpo y a la mente el tiempo de descanso que requiere para desarrollarse y reponer fuerzas. La mayoría de los preescolares suelen necesitar  tomar la siesta porque durante el día son muy activos, corren y juegan por todas partes, así que es una buena idea darles una oportunidad para que descansen y se tranquilicen un rato. Incluso si su hijo(a) no puede dormir, es bueno reservar un momento relajado durante el día para tranquilizarse.

De este modo, impedimos que los niños lleguen a estados de agotamiento, algo que no solo afecta de modo negativo a su  ánimo, sino que hace difícil que después se pueda conciliar el sueño. Por último, no debemos olvidar, que ese rato de la siesta infantil otorga a los padres un momento de descanso, que pueden usar para hacer tareas necesarias o para relajarse.

La mejor manera de propiciar que su hijo(a) tome siestas es fijar una rutina, tal y como lo hace cuando es hora de dormir. Es normal que el niño no quiera perder nada de la acción y se resista a dormir una siesta, pero hay que mantener la rutina  constante.

Hay que explicar al niño(a) que es un tiempo para estar tranquilo y que debe acostarse, pero que si no logra dormir no pasa nada y puede jugar tranquilamente en la habitación.

Las siestas no tienen una duración determinada, generalmente con una hora es suficiente, pero es variable, habrá días que su hijo no haya parado en todo el día y necesitará una siesta más larga, y otros días, casi no dormirá y permanecerá hablando y jugando en su habitación durante la mayor parte del tiempo de la siesta.


A continuación, os aportamos algunos trucos para fomentar que duerman la siesta:

  • Conviene que la siesta no sea demasiado tarde para no interferir con el sueño de la noche. Justo después de comer, es cuando nuestro organismo está más propicio al sueño, por lo que debemos fomentar la siesta en ese momento.
  • Tenemos que hacer un esfuerzo y tener en cuenta la siesta al organizar el día de nuestro hijo. Si por ejemplo, el niño dormiría su siesta sobre las tres, no organicemos actividades movidas para esa hora.
  • Fomentaremos a esa hora establecida, cualquier aspecto que el niño relacione con el sueño y el estado de relajamiento, como algún muñeco, música tranquila, la lectura de un cuento... Si lo realizamos a diario se establecerá una rutina, lo que hará que el niño asocie ese rato del día al sueño y le produzca somnolencia.
  • Es mejor no llamarla "siesta", tampoco debemos usar pijama, ni decir que tiene que dormir. Si no desea irse a la cama, puede quedarse en el sofá o sobre una manta en el suelo y unos cojines, entretenido con un cuento o un juguete tranquilo. Basta con que ese rato lo asocie con un tiempo de descanso.
  • No debemos luchar con él para que duerma la siesta, esta no debe convertirse en un motivo de disputa. No es grave que un día no quiera dormir, pero conviene procurar no romper el hábito.
  • Es mejor no dejarle a oscuras, debemos dejar que haya luz natural aunque un poco atenuada para ayudar a la relajación. La siesta es diferente al sueño nocturno y esa diferencia la debe percibir el niño.
A pesar de las diferencias entre los niños, de modo general, las siestas van desapareciendo poco a poco entre los dos y los cinco años de edad. Después de los cinco años, que el niño tenga somnolencia de manera habitual durante el día o la necesidad de tomar siestas suele requerir que se consulte con el pediatra para asegurarnos que no existe ningún tipo de problema.